martes, 22 de enero de 2013

Cuba, el Clásico y la cruz



 Muchísimo se ha escrito, demasiado quizás, acerca de la integración del equipo que representará a Cuba en el III Clásico Mundial de beisbol. Y de tanto leer opiniones, como cubano al fin, uno no puede abstenerse a decir la suya.
 En la prensa digital cubana casi siempre son los artículos de opinión los que más comentarios del público merecen. Pero esta vez la regla encontró excepción en la información que reportaba la conferencia de prensa donde se dio a conocer el conjunto preliminar. Cientos de comentarios complementan los reportes publicados en el portal Cubadebate, y en la página digital de Juventud Rebelde por solo citar dos ejemplos.
 Y como cubanas al fin, y sobre pelota, además, no existe una opinión que se parezca a otra. La mayoría de los criterios comulga en contra de varias decisiones adoptadas esta vez, quizás porque son los contrariados los que más se animan a escribir, quien sabe si tengan la razón.
 Lo cierto es que llueven las críticas sobre la exclusión de Ariel Pestano, receptor titular durante más de una década en la selección nacional; con menos intensidad, pero igual de furibundas, son las quejas por no tener en cuenta a Carlos Juan Viera, Giorvis Duvergel y Alexander Malleta. También los parciales de Danel Castro, Irait Chirino y Michel Enríquez rompen lanzas por sus respectivos ídolos.
 Exponen entre los argumentos para tildar de locos a los integrantes de la Comisión Nacional, y especialmente al Director Víctor Mesa, que les sobra en el equipo Andy Ibañez, Frank Camilo Morejón, Luis Felipe Rivera, Yadiel Hernández, Vichoandry Odelín y Raicel Iglesias.
 Son incontables los argumentos, si nos atenemos por ellos habría que ir preparando la guillotina en plena Plaza de la Revolución, o apilando la leña en el Morro para encender una hoguera con los culpables que se vea en Fukuoka durante la inauguración del primer juego del Clásico para los cubanos.
 De los muchos comentarios leídos, uno me llamó poderosamente la atención. Decía el lector en otras palabras que si este era el equipo de Víctor Mesa pues adelante, que si el manager tenía que hacer encuestas para seleccionar a los jugadores estaba perdido, que era mejor que le dieran un celular y consultara a quién poner a relevar en cada juego.
 Y ahora me toca a mí romper lanzas en el asunto. Pasamos años los cubanos clamando porque la integración del equipo Cuba respetase la voluntad del seleccionador y no que le entregaran un grupo de peloteros ya confeccionado. Pasamos años exigiendo que se respetase más el rendimiento, que se armaran los conjuntos con hombres no con sus nombres, que se diera paso a más jóvenes. Cambio, mucho cambio, pedían algunos.
 Llegó el cambio, pues. ¿Y ahora qué? No estamos acostumbrados a las revoluciones. Los siempre sabiondos cubanos de la pelota no entendemos que el director ajuste el equipo a “sus necesidades” como estratega.
 El año pasado colegas nuestros dijeron que las “payasadas de Víctor Mesa” no se las reirían los peloteros, que se le iban a revirar, que lo iban a crucificar por botar a varios atletas que no rendían o vaya usted a saber por qué. ¿Y qué pasó? ¿Quién se acuerda de eso ahora?
 Entonces expuse un argumento. En el 90 Servio Tulio Borges fue designado director de Ciudad de La Habana en la Selectiva sin pasar por Industriales. Sin comenzar el torneo sacó a la estrella del equipo (Lázaro Vargas) y al pitcher más emblemático (Lázaro de la Torre) porque “no cabían en su equipo”. Ciudad de La Habana Campeón.
 En esa misma época, Gerardo Sile Junco al fin accedió a dirigir a Henequeneros. En su segundo año sacó al center field y sexto bate (Pablo Hernández) y probó a un “negrito” de Jovellanos en la posición, que al final llegó a ser el titular en Cuba. Y por el camino también sacó a Juan Luis Baró, primera base de fuerza y velocidad, y a otros que ni recuerdo ya, por problemas de disciplina. Y nadie se acordó de eso mientras festejaban cuando Henequeneros ganó dos campeonatos y quedó segundo en otro.
 Siempre recuerdo el ejemplo de Brasil. El director tiene montones de jugadores por seleccionar en el país, y fuera de éste a más de 600 talentos. ¿Se imaginan que tenga que consultar la opinión de los millones de fanáticos a la canariña? Uno de esos mentores sacó a Romario del juego, se armó el show y después que ganó el Mundial…
 Francamente no tengo la menor idea de si Cuba pueda avanzar más allá de la segunda fase. El corazón, la ilusión de ver de nuevo a los cubanos en la final, el fanatismo, el amor a la pelota, a la camiseta, a la Patria, a todo lo demás, dice que sí, que vamos por más (ahora todo el mundo dice lo mismo), que saltaremos de emoción como Eddy Martín, al narrar con aquel YAAAA el último strike contra Dominicana en el I Clásico.
  Los años que llevo viendo pelota, las estadísticas, la historia reciente, la cercanía a los peligrosos 40 años para las cosas cuando son del alma y el corazón,  me indican más mesura al encarar el paso de la Isla por el torneo. Cuba no tiene la nómina que tienen los demás. Es cierto. Sus peloteros carecen del glamour que vemos en las pantallas internacionales. Pero es un equipo con tradición y son peloteros con sed de triunfo, con ganas de brillar. Y ay si esas ilusiones se canalizan en un resultado.
 Un solo dato para el recuerdo: a la final del primer Clásico Mundial llegaron las dos nóminas que menos peloteros reunían en Grandes Ligas. Eso Víctor Mesa, y los demás seleccionadores lo saben.  Y armaron el conjunto pensando en esa ambición, y con peloteros ¡horror! ¡De Matanzas y de la Isla, quién ha visto eso! Justamente los equipos que en Cuba parecían menores y están abrazando la gloria.
 Que el Clásico no es nuestra muy pobre Serie Nacional, de acuerdo, pero la mente es la misma.
 Y la mente de los aficionados que pedían cambios a gritos, y ahora claman por justicia, debe acomodarse a la Nueva Generación, que ya está brotando y quién sabe hasta dónde le dé por llegar. Entonces, antes de ponerle clavos a la cruz, tal vez sea mejor esperar a ver qué mensaje traen las novedades cubanas desde Japón.

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