La ley económica fundamental del socialismo consiste en
satisfacer de manera cada vez más plena las crecientes necesidades materiales y
culturales del pueblo.
Y a qué viene la perorata, dirán ustedes. Pues viene del
dolor. Del dolor infinito de un amante del deporte en Cuba que en apenas un año
ha visto desaparecer a tres de las más grandes estrellas de la Isla: Dayron Robles
(atletismo), Wilfredo León (voleibol) y José Dariel Abreu (béisbol).
¿Por qué se marcharon? ¿Deslumbrados por los millones que
les ofrecen? Habría que preguntarles a ellos. Pero más allá de la retórica
acostumbrada, habría que sentarse a meditar, porque jamás luminarias de tanto calibre
habían abandonado las selecciones nacionales en tan poco tiempo.
Independientemente del petate mediático que armó Robles, ¿No
pudieran estar influyendo deudas de carácter monetario con atletas que sabían
lo que podían ganar extrafronteras? ¿Y las desatenciones que pululan en ese y
otros sectores?
Sabemos de glorias deportivas que deben cargar cubos de agua
cuatro pisos en un centro de entrenamiento, sabemos de estrellas viviendo en un
albergue del estadio, sabemos de peloteros gigantescos forzados al retiro, y de
la negativa de permiso a una joven de contraer matrimonio con un deportista de
otra nación.
Todos son elementos aprovechables por aquellos que están a
la caza de los errores de la
Revolución para incentivar el disgusto, la desunión entre los
cubanos. Miremos en contrasentido, lo que opinan los peloteros de Matanzas,
equipo que de un lugar 14 hace tres temporadas, ascendió al tercero y el año
anterior al segundo puesto de la Serie
Nacional, acerca de las atenciones que se les han prodigado y
comparen con su entrega en el terreno.
Y como dice Buena Fé, será que el béisbol se parece a la
vida, lo mismo aplica para personas con muchísimo menos glamour, y lógicamente
menos oportunidades económicas: El anciano que clama por las tuberías de
desagüe, la madre que llora a su hijo internacionalista fallecido, el vecino inundado
por aguas albañales. Todos merecen esos cinco minutos de atención, en lo cual
muchísimos dirigentes cubanos son ejemplo, pero que otros olvidaron anotar en
su agenda, ante las premuras de una macroeconomía que no le da un respiro a esa
economía que palpamos cotidianamente. Y habrá que rectificar ya para evitar que
sigan emigrando aquellos que nos pueden llenar de orgullo.
De sobra es conocida la escalada en materia de comercialización que afecta al deporte universal. Cuba no puede competir con los millones que pagan empresarios dedicados a promover la actividad deportiva. Vivo convencido de que la mayoría de nuestros atletas de alto rendimiento echarían pie en tierra con su país de origen aún en las peores circunstancias.
Pero llegó la hora de pensar en que se gana más permitiéndoles recibir los beneficios económicos que les reporten sus incursiones profesionales. De hecho, corresponde a Cubadeportes gestionar contratos adecuados para deportistas y entrenadores cubanos, que les permitan mejorar su estatus social, y a la vez representar a Cuba y aportar algo a la economía nacional, como sucede en cualquier lugar del mundo.
Que con las Ligas Mayores de beisbol no hay arreglo, sí, es cierto, pero la incursión de Alfredo Despaigne en México demostró que es posible, viable y aconsejable, incluso en sitios más alejados como Japón y China. La experiencia debe extenderse a otras especialidades. Siempre habrá quien decida probar otras ofertas, pero serán los menos, estoy seguro.
Y todo eso sin olvidar ni por instante que este proyecto que construimos entre todos es socialista, y que son el hombre y la mujer el centro, el núcleo fundamental, que cualquier atención por mínima que parezca no puede ser pasada por alto.
Es una cuestión de elemental sentido del respeto por el ser humano, algo de lo cual Cuba puede vanagloriarse con autoridad.
Es como el médico y el paciente: tal vez no se pueda
resolver el problema, pero a veces una sonrisa y un abrazo pueden operar la
satisfacción plena de ciertas necesidades espirituales que no puede ignorar el
socialismo.
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