La
carnicera del barrio entró con aires de misterio al comedor donde almorzaba.
Pensé de pronto: “Van a liberar la carne de res…” No, claro, a la hora del
almuerzo piensa uno cada bobería.
Se
acercó y preguntó con sigilo: “¿Es verdad que Talía viene de cinco a siete a
las carnicerías de Pueblo Nuevo?”
El
bocado de comida quedó en un punto entre la boca y el estómago, no ante la
sorpresa por la visita, o el “temor” de que agarraran “fuera de base” a mi preocupada
amiga, sino por la risa.
“Los
carniceros de Pueblo Nuevo -me susurró en tono confesional- lo andan diciendo,
y está todo el mundo pasándole la mano a la casilla” (que es como le dicen a
ese sitio donde se despachan los productos cárnicos que vienen aún por la
tarjeta en el viejo barrio de Matanzas conocido por ese nombre).
Y
no pude menos que preguntarle si venía la cantante a la que le falta una
costilla, ante tamaña expectativa, en broma, claro está.
Es
que no se acaba de acostumbrar uno a pensar en sus propios compañeros de aula
en la Universidad
como severos guardianes del bien público, aún después de quince años.
¿Será
que ya el ligero cambio operado en nuestros medios comienza a dar sus frutos?
¿Será que los pasos iniciales dados por el espacio televisivo Cuba Dice estarán
recuperando, para bien, la credibilidad en nuestros medios, o más bien,
rectifiquemos, la capacidad de crear matrices de opinión, de hacer “sonar el
cuero” a quienes hacen mal su trabajo?
Confieso,
ahora me toca a mí, que sentí satisfacción en comprobar cómo un mecanismo tan
elemental mueve resortes, al parecer dormidos, ante la posibilidad de que una
aparición negativa en la prensa empañe el nombre individual. “¡Oh, Santa Talía!
¡Santo Comité Central!” ¡Me da por encender una vela y rezar cinco Códigos de
Ética a falta de alguna otra creencia espiritual!
¡Cuánta diferencia de mi humilde carnicera, al
retorcido mohín que hacen muchísimos directivos empresariales, gerentes de la
prepotencia y la impunidad, a los que ya ni les importa ser emplazados por el
cuasi arcángel Pepe Alejandro o las “oficialistas” páginas del sacrosanto
periódico Granma!
Quiero
pensar que es parte de la recuperación de aquella vergüenza de los cubanos con
la que hemos contado desde Agramonte para acá, al hacer frente lo mismo a los
fusiles españoles que a cada apretón del cinto cuando falta ha hecho.
Hoy
viene Talía a las carnicerías de Pueblo Nuevo… no, a las carnicerías solas no,
a las tiendas en divisas, a los agromercados estatales y campesinos, a servicios
comunales, a escuelas y hospitales, a las calles de Los Mangos y los solares de
La Marina, al moribundo
Hotel Internacional y los cinco estrellas de lujo.
Y
ojalá Talía, o lo que mi ex compañera de clase representa en cada periodista
digno de este país, se multiplique a la luz de nuestro Congreso, o el del
Partido, que es nuestro también, para esperar cambios de él y para hacerlos
cumplir.
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