viernes, 28 de marzo de 2014

El Enemigo




Bertica y Mariíta como dos viejas amiguitas
Mucho se ha escrito en Cuba acerca del enemigo. Tanto desde una orilla como de la otra del estrecho de la Florida. Hablemos hoy del enemigo principal de la Revolución Cubana: el imperialismo yanki, o sea, todo el complejo entramado político que distingue a los gobiernos de los Estados Unidos y sus infinitos laberintos de entretelones.
 De que hay otro enemigo, interno éste, solapado además, y con vínculos, no lo dudemos con el de afuera, de acuerdo completamente, pero concentrémonos en el principal.
 ¿Alguien en su sano juicio, puede obviar que existe este enemigo real, tangible y cuyas intenciones han dejado pruebas irrefutables a lo largo de más de un siglo? Porque las apetencias norteamericanas, bien se sabe, datan muy de atrás en el siglo XIX. Mucho antes del nacimiento de Fidel Castro ya en los Estados Unidos se manejaban los asuntos cubanos como una cuestión casi doméstica.
 Y después de la Revolución del 59, parece inaudito, pero Cuba figura entre los temas de debates presidenciales en aquel país, y aunque parezca más increíble todavía, en los duelos electorales de las naciones hispanoamericanas.

Los últimos hechos son un reflejo fiel. Se murió Chávez, hay quien acusa al imperialismo de su enfermedad fulminante y quien critica estas “teorías de la conspiración”. Pero resulta si se quiere demasiado casual que Lula da Silva, Dilma, Fernando Lugo, Néstor Kirchner y hasta Fidel Castro hayan padecido agresivas dolencias de un tipo o de otro.
Pero Chávez no sobrevivió, justamente el hombre de lideraba la integración latinoamericana y que fue de los primeros que plantó bandera frente a la política norteamericana.
Guarimba venezolana
Llegó la Cumbre de la CELAC en La Habana y causó un profundo dolor en los bastiones de la derecha. Otra vez la vuelta a las casualidades: inmediatamente de los éxitos del encuentro de mandatarios (reunidos en la Cuba excluida de la OEA, donde se gestaron negocios y alianzas, donde se declaró la región como Zona de Paz) sobrevino un maremágnum de fortuitos intentos desestabilizadores aquí y allá.
En Colombia nuevamente aparecieron los conflictos fronterizos, especialmente con Venezuela, en la nación bolivariana estallaron guarimbas convertidas en batallas campales, Chile, Perú y Bolivia otra vez cruzaron palabras por el tema marítimo y los límites territoriales, el saliente presidente chileno Sebastián Piñera atacó a la Revolución Cubana, y a Cristina Fernández le atacan desde el sector económico.
Ahora parece tocarle el turno a Dilma Rousseff a quien le recetaron manifestaciones contra el Mundial de Fútbol, campañas de prensa contra el Programa Más Médicos, con “piropos” habituales para los cubanos, se despertaron celos entre las toldas políticas aliadas al gobierno y ahora inician una investigación sacada por los pelos, acerca de la compra hace varios años por parte de Petrobras de una refinería en Pasadena. Todo bien enmarcado en las previas a las elecciones de este año, no nos engañemos, con el propósito deliberado de sacar del poder al Partido de los Trabajadores. Y qué casualidad, hace apenas una semana se intentó rememorar la Marcha de la Familia con Dios por la Libertad, que fue el preludio al golpe de estado que impuso una dictadura militar en el país sudamericano por 20 años. Por suerte fue un fracaso.
Marcha profascista en Brasil
A todas estas, un medio entendido en materia política pudiera preguntarse, ¿y qué tiene que ver todo eso con los enemigos de Cuba? Simple, es el enemigo común. Aquí se trata solo de una eterna conflagración entre el viejo capitalismo negado a desaparecer, con sus mecanismos de auto reproducción en plena efervescencia, y el nuevo socialismo americano, que puja por avanzar, con los dolores propios de un parto político, porque el socialismo, no se puede dudar, hay que parirlo, no nace solo.
Las mismas casualidades que hacen que se repitan los discursos de prensa en Venezuela y Brasil, las campañas políticas casi idénticas en un país latinoamericano u otro, hacen coincidir en un aeropuerto de Miami a la defenestrada María Corina Machado con la fraudulenta Berta Soler. Es una extensión del pugilato entre las extremas derechas latinoamericanas, apoyadas y financiadas por el imperialismo y las clases populares en el bando contrario. Puede sonar retórico, pero es la pura realidad, y nadie me lo contó, he tenido ocasión de probarlo en carne propia.
Las Damas de Blanco aparecen ahora como las benefactoras de ancianos y niños en una Cuba a la que no le faltan programas de beneficio social. Y junto a ellas, otros pequeños líderes luchan por hacerse un espacio en la vida política cubana underground, o quizás sea más oportuno decir, en la cola –vamos, que los cubanos, disidentes o no, tienen que vivir haciendo cola-, para ganarse algo de esos 20 millones de dólares que andan dando vueltas por ahí. Si ya el gobierno de Obama los presupuestó, por favor, eso hay que consumirlo, no se puede perder….
Dicen que hasta por marchar con estas damicelas, pagan su platica. Vaya, qué coincidencia, en noviembre de 2002, cuando la Plaza Francia de Altamira, en Caracas, se convertía en el preludio de lo que después se convirtió en el Paro Petrolero contra Hugo Chávez, un joven nos confesó que él iba con sus amigos porque allí solo por estar pagaban 45 mil bolívares, una cajita con comida, y estaban a su alcance las más hermosas chicas de la ciudad. ¡Qué clase de compromiso político! Cualquier parecido con lo nuestro… ya saben.
Es que ahora para Cuba cambiaron los tiempos de los bandidos en el Escambray y las bombas a lo Posada Carriles. La subversión que enfrenta la Isla es mucho más refinada y sutil: se oculta tras la apologización del american way of life, la exaltación de todo lo que sea propio del capitalismo y se dirige contra sectores vitales para la vidsa nacional.
Ahora pululan los “paquetes”, donde los cubanos que no tienen acceso a la televisión satelital adquieren películas (aquí las vemos por la libre, “gracias” al bloqueo), series, programas de participación de una manufactura atractiva pero con contenidos fatales, y entre col y col de entretenimiento, noticias que no divulgan los informativos de la Isla, bien por ser tendenciosas o porque tienen toda la intención del mundo de hacer voltear la mentalidad de ese más del 90% que vota en Cuba por la continuidad del socialismo.
La contrarrevolución en Cuba cambió la vieja casaca del despretigio, por prendas posmodernas, de marca. Se mudaron de barrio, se olvidaron un poco del Camaján Elizardo para darle aire al emergente Eliecer Ávila, quien un día en 2008 se plantó ante el Presidente de la Asamblea Nacional entonces, Ricardo Alarcón de Quesada, a preguntarle de cuestiones que bien pudo haber instrumentado antes la Revolución, pero lo hizo tiempo después. Y aquel señorito, entonces aparentemente un valiente líder estudiantil, resultó un camajancito segundo, que aprovechó la propaganda y se lanza ahora como una alternativa posible.
También se notan cambios en los contenidos, ahora se busca enaltecer el individualismo sobre el ideario colectivo; deslumbrar con el glamour por sobre lo realmente necesario; inducir que la pelota profesional es francamente superior a la nuestra; conseguir el divorcio entre jóvenes y viejos, entre blancos y negros; negar que pueden convivir la pequeña propiedad privada con la estatal socialista; hacer creer que Batista era un santo y pretender que la Cuba para todos los cubanos incluya también a los que torturaron o los que pusieron bombas en hoteles y aviones.
A este enemigo externo, aunque algunos vivan en Colón, Cárdenas o La Habana Vieja, le importa un carajo si yo, periodista de los medios estatales, -no oficialistas, olviden el estereotipo-, militante del Partido Comunista de Cuba y humilde como cualquier otro cubano de la cuadra, puedo tener un socio que viva en Miami, y que crea firmemente en el capitalismo como la mejor opción. Al enemigo no le interesa si los cubanos diluimos nuestras diferencias en una botella de Habana Club, del que se destila en Santa Cruz del Norte.
A este enemigo, antiguo y solapado, solo le interesa cumplir con la obsesión. Que desaparezca la Revolución Cubana y todo lo que ella implica, en la Isla y por todos los alrededores, es en definitiva, la vieja batalla entre capitalismo y socialismo, que continúa su curso por los siglos de los siglo, amén.
Del otro enemigo, del interno, hablamos otro día.






0 comentarios:

Publicar un comentario