Bertica y Mariíta como dos viejas amiguitas |
De que hay otro enemigo, interno éste, solapado además, y con vínculos, no lo dudemos con el de afuera, de acuerdo completamente, pero concentrémonos en el principal.
¿Alguien en su sano juicio, puede obviar que existe este enemigo real, tangible y cuyas intenciones han dejado pruebas irrefutables a lo largo de más de un siglo? Porque las apetencias norteamericanas, bien se sabe, datan muy de atrás en el siglo XIX. Mucho antes del nacimiento de Fidel Castro ya en los Estados Unidos se manejaban los asuntos cubanos como una cuestión casi doméstica.
Y después de la Revolución del 59, parece
inaudito, pero Cuba figura entre los temas de debates presidenciales en aquel país,
y aunque parezca más increíble todavía, en los duelos electorales de las naciones
hispanoamericanas.
Los últimos hechos son un reflejo
fiel. Se murió Chávez, hay quien acusa al imperialismo de su enfermedad
fulminante y quien critica estas “teorías de la conspiración”. Pero resulta si se
quiere demasiado casual que Lula da Silva, Dilma, Fernando Lugo, Néstor
Kirchner y hasta Fidel Castro hayan padecido agresivas dolencias de un tipo o
de otro.
Pero Chávez no sobrevivió,
justamente el hombre de lideraba la integración latinoamericana y que fue de
los primeros que plantó bandera frente a la política norteamericana.
Guarimba venezolana |
Llegó la Cumbre de la CELAC en La Habana y causó un profundo
dolor en los bastiones de la derecha. Otra vez la vuelta a las casualidades:
inmediatamente de los éxitos del encuentro de mandatarios (reunidos en la Cuba excluida de la OEA, donde se gestaron
negocios y alianzas, donde se declaró la región como Zona de Paz) sobrevino un
maremágnum de fortuitos intentos desestabilizadores aquí y allá.
En Colombia nuevamente
aparecieron los conflictos fronterizos, especialmente con Venezuela, en la nación
bolivariana estallaron guarimbas convertidas en batallas campales, Chile, Perú
y Bolivia otra vez cruzaron palabras por el tema marítimo y los límites
territoriales, el saliente presidente chileno Sebastián Piñera atacó a la Revolución Cubana,
y a Cristina Fernández le atacan desde el sector económico.
Ahora parece tocarle el turno
a Dilma Rousseff a quien le recetaron manifestaciones contra el Mundial de Fútbol,
campañas de prensa contra el Programa Más Médicos, con “piropos” habituales
para los cubanos, se despertaron celos entre las toldas políticas aliadas al
gobierno y ahora inician una investigación sacada por los pelos, acerca de la
compra hace varios años por parte de Petrobras de una refinería en Pasadena. Todo
bien enmarcado en las previas a las elecciones de este año, no nos engañemos,
con el propósito deliberado de sacar del poder al Partido de los Trabajadores.
Y qué casualidad, hace apenas una semana se intentó rememorar la Marcha de la Familia con Dios por la Libertad, que fue el
preludio al golpe de estado que impuso una dictadura militar en el país
sudamericano por 20 años. Por suerte fue un fracaso.
Marcha profascista en Brasil |
A todas estas, un medio entendido
en materia política pudiera preguntarse, ¿y qué tiene que ver todo eso con los
enemigos de Cuba? Simple, es el enemigo común. Aquí se trata solo de una eterna
conflagración entre el viejo capitalismo negado a desaparecer, con sus
mecanismos de auto reproducción en plena efervescencia, y el nuevo socialismo
americano, que puja por avanzar, con los dolores propios de un parto político,
porque el socialismo, no se puede dudar, hay que parirlo, no nace solo.
Las mismas casualidades que
hacen que se repitan los discursos de prensa en Venezuela y Brasil, las
campañas políticas casi idénticas en un país latinoamericano u otro, hacen
coincidir en un aeropuerto de Miami a la defenestrada María Corina Machado con la
fraudulenta Berta Soler. Es una extensión del pugilato entre las extremas derechas latinoamericanas, apoyadas y financiadas por el imperialismo y las clases populares en el bando contrario. Puede sonar retórico, pero es la pura realidad, y nadie me lo contó, he tenido ocasión de probarlo en carne propia.
Las Damas de Blanco aparecen
ahora como las benefactoras de ancianos y niños en una Cuba a la que no le
faltan programas de beneficio social. Y junto a ellas, otros pequeños líderes
luchan por hacerse un espacio en la vida política cubana underground, o quizás
sea más oportuno decir, en la cola –vamos, que los cubanos, disidentes o no,
tienen que vivir haciendo cola-, para ganarse algo de esos 20 millones de dólares
que andan dando vueltas por ahí. Si ya el gobierno de Obama los presupuestó,
por favor, eso hay que consumirlo, no se puede perder….
Dicen que hasta por marchar
con estas damicelas, pagan su platica. Vaya, qué coincidencia, en noviembre de
2002, cuando la Plaza Francia
de Altamira, en Caracas, se convertía en el preludio de lo que después se
convirtió en el Paro Petrolero contra Hugo Chávez, un joven nos confesó que él
iba con sus amigos porque allí solo por estar pagaban 45 mil bolívares, una cajita
con comida, y estaban a su alcance las más hermosas chicas de la ciudad. ¡Qué
clase de compromiso político! Cualquier parecido con lo nuestro… ya saben.
Es que ahora para Cuba
cambiaron los tiempos de los bandidos en el Escambray y las bombas a lo Posada
Carriles. La subversión que enfrenta la
Isla es mucho más refinada y sutil: se oculta tras la
apologización del american way of life, la exaltación de todo lo que sea propio
del capitalismo y se dirige contra sectores vitales para la vidsa nacional.
Ahora pululan los “paquetes”,
donde los cubanos que no tienen acceso a la televisión satelital adquieren películas
(aquí las vemos por la libre, “gracias” al bloqueo), series, programas de
participación de una manufactura atractiva pero con contenidos fatales, y entre
col y col de entretenimiento, noticias que no divulgan los informativos de la Isla, bien por ser
tendenciosas o porque tienen toda la intención del mundo de hacer voltear la
mentalidad de ese más del 90% que vota en Cuba por la continuidad del
socialismo.
La contrarrevolución en Cuba
cambió la vieja casaca del despretigio, por prendas posmodernas, de marca. Se
mudaron de barrio, se olvidaron un poco del Camaján Elizardo para darle aire al
emergente Eliecer Ávila, quien un día en 2008 se plantó ante el Presidente de la Asamblea Nacional
entonces, Ricardo Alarcón de Quesada, a preguntarle de cuestiones que bien pudo
haber instrumentado antes la
Revolución, pero lo hizo tiempo después. Y aquel señorito,
entonces aparentemente un valiente líder estudiantil, resultó un camajancito
segundo, que aprovechó la propaganda y se lanza ahora como una alternativa
posible.
También se notan cambios en
los contenidos, ahora se busca enaltecer el individualismo sobre el ideario
colectivo; deslumbrar con el glamour por sobre lo realmente necesario; inducir
que la pelota profesional es francamente superior a la nuestra; conseguir el
divorcio entre jóvenes y viejos, entre blancos y negros; negar que pueden
convivir la pequeña propiedad privada con la estatal socialista; hacer creer
que Batista era un santo y pretender que la Cuba para todos los cubanos incluya también a los
que torturaron o los que pusieron bombas en hoteles y aviones.
A este enemigo externo,
aunque algunos vivan en Colón, Cárdenas o La Habana Vieja, le importa un
carajo si yo, periodista de los medios estatales, -no oficialistas, olviden el
estereotipo-, militante del Partido Comunista de Cuba y humilde como cualquier
otro cubano de la cuadra, puedo tener un socio que viva en Miami, y que crea
firmemente en el capitalismo como la mejor opción. Al enemigo no le interesa si
los cubanos diluimos nuestras diferencias en una botella de Habana Club, del
que se destila en Santa Cruz del Norte.
A este enemigo, antiguo y
solapado, solo le interesa cumplir con la obsesión. Que desaparezca la Revolución Cubana
y todo lo que ella implica, en la
Isla y por todos los alrededores, es en definitiva, la vieja
batalla entre capitalismo y socialismo, que continúa su curso por los siglos de
los siglo, amén.
Del otro enemigo, del
interno, hablamos otro día.
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